“Toto” nació en el porteñísimo barrio de Pompeya, en una zona popularmente bautizada “El Pueblito”, que no cambió mucho desde 1937: un puñado de casitas bajas, de tradición obrera, donde conviven descendientes de tanos, polacos, turcos, paraguayos, bolivianos y gallegos.
Siempre recuerda que su mamá, “la más buena del mundo”, fregaba ropa todo el día en el piletón y que vivió una vida de sacrificio. Eran épocas difíciles. Nunca olvidó que el guardapolvo y el lápiz se los daban en la escuela. Cuando terminó la primaria, empezó a trabajar haciendo changuitas y tuvo varios emprendimientos por su cuenta.
Cuando mamá apareció en su vida armó su nueva familia y llegamos nosotros, sus hijos: Analía, Ezequiel y, muchos años después, Georgina. Desde siempre, recuerdo a papá rodeado de libros. Leía y lee todo lo que llega a sus manos: historietas, novelas, historia, geografía, geología, biología. Y desde que tengo uso de razón recuerdo que me decía: “Tengo una asignatura pendiente: terminar el secundario”. ¡Ahora lo ha podido lograr y eso quiero compartir con los lectores del diario! El también tuvo una empresa familiar, que culminó con el remate de la casa donde vivíamos. De ser propietario de su empresa pasó a recolectar basura, pero a mis hermanos y a mí nunca nos faltó un plato de comida, ni dejamos de ir a la escuela. No tuvimos ropa de moda, ni la tele a color, ni video casetera cuando todos la tuvieron. Papá nos estaba dejando un legado mucho más importante: la unión de la familia más allá de todo, y el valor del estudio y del trabajo.
También fue obrero de fábrica y posteriormente se capacitó como Técnico en Comunicaciones. Hoy sigue trabajando en la Municipalidad de Buenos Aires. Yo y mis hermanos nos criamos viendo que el Viejo nunca bajó los brazos, que leía mucho, que trabajó siempre, que el estudio es su valor principal. Todavía atesora las carpetas que yo le garabateaba mientras intentaba hacer sus deberes conmigo sentada en su regazo. A la vuelta de la vida, estoy muy orgullosa porque terminar la escuela media siendo abuelo es mucho más que obtener un título de bachiller. Esta historia no termina aquí. “Toto” hizo un curso de cerámica gratuito de los que ofrece Educación No Formal en las escuelas públicas, y no se pierde por nada las clases de natación en San Lorenzo. Cocina, cuida a su nieta de tres años y está decidiendo qué va a seguir estudiando, si algo técnico o humanístico. Simplemente, es un ejemplo de vida para todos los que piensan bajar los brazos y también para los que piensan que hace falta dinero para estudiar. "
Analía V. Aprea
Clarin.com /Opinión
FELIZ DÌA DEL ESTUDIANTE!!!